Esta cita internacional se ha convertido en el escenario perfecto para escenificar la fragilidad del multilateralismo y la flaqueza de la economía mundial, con la crisis iraní en el centro del debate

“Let’s work!” (¡vamos a trabajar!). Con estas palabras Emmanuel Macron daba el pistoletazo de salida a la primera reunión de trabajo de la cumbre del G-7, celebrada este fin de semana en la ciudad costera de Biarritz. En la agenda: la seguridad internacional y la economía mundial. De lo abstracto a lo concreto: la crisis entre Estados Unidos e Irán, la guerra comercial entre Washington y Pekín, y la salida de Reino Unido de la Unión Europea, protagonizaron el encuentro inaugural. La lucha contra las desigualdades o la construcción de un capitalismo más justo, objetivos inscritos en la agenda oficial de este G-7 parecen relegados, a golpe de actualidad, a un desafortunado segundo plano.

Sin embargo, el ‘club’ de las siete potencias mundiales ha recibido este domingo una visita inesperada, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Mohammad Javaz Zarif. Su llegada a Biarritz para participar en la cumbre ha eclipsado la segunda jornada de la cita internacional. Una baza sorpresa de Emmanuel Macron, convencido de erigirse como un actor fundamental en la resolución del conflicto protagonizado por Washington y Teherán.