Los docentes franceses señalan los recortes sociales y el abandono por parte del Gobierno como los principales problemas de la educación en las ‘banlieues’ de París.

Samuel Paty era profesor de Historia y Geografía en el colegio Bois-d’Aulne, en Conflans-Sainte-Honorine, un tranquilo municipio residencial a las afueras de París, un barrio sin excesos ni historias de violencia. El maestro, encargado de impartir una clase de educación cívica sobre la libertad de expresión, escogió las caricaturas del profeta Mahoma publicadas por el semanario satírico ‘Charlie Hebdo’ para ilustrar su lección, basándose en el principio republicano del «laicismo», pilar de la enseñanza pública francesa. Pero dicho fundamento no le libró de la campaña de acoso y derribo, capitaneada por el padre de una alumna indignado por la estrategia pedagógica del maestro, que desembocó en su trágica muerte: decapitado por un joven checheno «en nombre de Alá, el todo misericordioso», el pasado 16 de octubre.

Este último atentado terrorista golpeó con fuerza el corazón de la República: la escuela y sus profesores. Poco importó la epidemia de covid-19, miles de personas salieron a las calles, bajo el lema #JeSuisProf, #JeSuisSamuel, recuperando la expresión de indignación y apoyo que protagonizó las movilizaciones masivas tras el ataque contra el semanario satírico en el 2015 –#JeSuisCharlie–. Tras el impacto, el Gobierno de Emmanuel Macron prometió más seguridad en las escuelas e institutos y la protección del laicismo en la enseñanza. Pero, ¿es la seguridad el verdadero problema? ¿Cuáles son las problemáticas que afrontan a diario los profesores en las zonas más sensibles?